Todas las mariposas habían decidido morir ese día.
Salieron al atardecer,
volaron lo más alto que pudieron hasta fallecer
y finalmente cayeron como hojas secas al suelo.
Sin vida se posaron docenas de ellas sobre mi.
No había motivo,
volaron sin más,
murieron porque sí.
Y el cometa surcó el cielo ese mismo atardecer... por pura coincidencia.
Paso rozando la atmósfera cuando millones de mariposas aun flotaban en el aire.
Y así fue que ese momento mágico se hizo de la nada y sin motivos...
y yo lo vi.
Yo estaba allí... también por casualidad.
El polvo de sus alas permaneció tres días en el aire.
La estela del cometa apenas se vio durante unas horas.
... y todas las mariposas viven en mi.
Nacen cada vez que las pienso.
Nacen cada vez que las pienso.